La travesía Internacional de Martínez y Zegarra a bordo del avión “Perú”
20 enero 2013

El Bellanca «Perú» poco despues de su retorno al país. Los escudos pintados en su fuselaje representan los países visitados durante su travesía. (FOTO DIRAF)
Este ilustre peruano tuvo su iniciación en el vuelo de manera casi fortuita. El 21 de setiembre de 1920 el empresario y aviador estadounidense Herbert Tweddle V. arribó a la ciudad de Trujillo a bordo de un Curtiss J-1 Standard como parte de una gira promocional que realizaba por las ciudades de la costa peruana. El motor de su aeronave, sin embargo, experimento problemas por lo que –al no contar con un mecánico que lo asistiera en su vuelo- recurrió a Martínez a fin de que efectuara las reparaciones necesarias. Completadas estas y satisfecho con el trabajo del joven trujillano, Tweddle ofreció Martínez de Pinillos la oportunidad de que lo acompañe como mecánico durante su gira, ofrecimiento que el trujillano no dudó en aceptar. La noticia corrió cual reguero de pólvora por la ciudad y pronto Martínez obtuvo notoriedad por ser el primer trujillano en alzar vuelo, lo que le valió poco después el favor de la población y autoridades del departamento de La Libertad que decidieron financiar sus estudios como piloto civil en la Escuela de Aviación Civil de Bellavista. Con mucho esfuerzo y determinación, y contra todo pronóstico –era ciego del ojo izquierdo (!)- Martínez completó su entrenamiento de piloto a finales del año 1921.
Picado por el “bicho” de la aviación y ya un enfermo desahuciado de aquel extraño mal, Martínez se dedicó -con poca fortuna- a la aviación comercial, transportando carga y pasajeros a bordo del viejo Standard adquirido a su mentor Tweddle, y luego a bordo de otro Curtiss adquirido gracias a la donación del departamento de La Libertad. su empresa pronto cayó en problemas financieros debido a la imposibilidad de transportar más de un pasajero al no contar con una aeronave de mayor capacidad. Buscó, infructuosamente, adquirir un aeroplano multiplaza, siendo desanimado por los costos prohibitivos que dicho proyecto presentaban. Casi en la quiebra, al haber abandonado su negocio de mecánica, Martínez continuó agenciandose de diversas ocupaciones en el incipiente mundo de la aviación civil peruana con la unica finalidad de continuar volando.
En el año 1928, tras tomar conocimiento de los vuelos realizados por afamados aviadores como el estadounidense Charles Lindberg, los franceses Dieudenne Costes y José María Le Brix, y el español Ramón Franco, el ya experimentado Martínez vio en ellos la solución a su problema de financiamiento y proyectó la realización de un raid internacional que serviría al doble propósito de llevar el nombre del Perú a las primeras páginas de los tabloides y colocar al país en un sitial destacado dentro del mundo de la aviación, así como obtener la preciada aeronave con la cual mantenerse en el negocio.
Mucho análisis Martínez costó a Martínez la planificación de un vuelo panamericano sobre las Américas, el cual requeriría de una aeronave moderna y dotada de las prestaciones suficientes para asegurar el exitoso cumplimiento de su meta. Asimismo, la realización de tamaña empresa requeriría de grandes habilidades de navegación por lo que Martínez recurrió a la Marina de Guerra del Perú a fin de hallar un navegante experimentado que lo acompañase en el recorrido y le permitiese completar su vuelo de la manera más segura posible, hallándolo en la persona del Teniente Carlos Zegarra.
Completada la tripulación el siguiente punto en la agenda era la obtención de la aeronave y los fondos para la realización del viaje. Así, gestionó la creación de un comité pro-fondos para los costos la travesía, lo que incluía la compra de la aeronave. Martínez y Zegarra convinieron en que un hidroavión presentaba la alternativa más segura para la realización del vuelo, y consecuentemente presentaron al comité propuestas para la adquisición de una aeronave de las características del Dornier Wal o el Fokker Universal. La colecta realizada por el comité, sin embargo, no rindió los frutos esperados por lo que la tripulación debió conformarse con un aeroplano Bellanca modelo CH-200 Peacemaker el cual poseía características mucho más modestas que los modelos anteriormente mencionados y no podía ser equipado con flotadores, lo cual los obligó a replantear todo su plan de vuelo, es decir, a adecuarse a lo que había.
Arribada la aeronave, esta fue enviada a “Las Palmas” donde se inició su preparación para la travesía, dando inicio la tripulación a los primeros vuelos de prueba el 17 de noviembre de 1928. Fue durante este periodo de preparación que la aeronave fue bautizada por su tripulación con el nombre “Perú”, siendo decorada con el escudo de armas del estado peruano en su fuselaje.
Completadas las preparaciones y contando con la autorización del gobierno, a las 10:05 del 11 de diciembre la aeronave despegó de “Las Palmas”, dando inicio a su travesía panamericana. La primera parada oficial de los aviadores peruanos fue la ciudad de Santiago de Chile, donde arribaron la noche siguiente y en donde permanecieron durante algunos días para continuar luego rumbo a Buenos Aires, arribando al aeropuerto de “El Palomar” de dicha ciudad el 19 del mismo mes. La ruta continuó con la visita a Montevideo, el 26, y Río de Janeiro, el 30, recibiendo los aviadores el año nuevo en dicha ciudad. El 7 de enero de 1929 el vuelo prosiguió hacia Salvador de Bahía y el 8 rumbo a Natal, ciudad en donde la aeronave permaneció hasta el día 15 mientras la tripulación realizaba las coordinaciones necesarias para salvar la pierna más peligrosa de su trayecto, la etapa Natal – Caracas . El día 16 los aviadores se dirigieron a Belem do Pará, donde Pinillos y Zegarra confrontaron la dura realidad que presentaba el continuar con su viaje: la ausencia de aeródromos alternos y cualquier clase de radioayuda en caso de emergencia. Esta situación obligó a la tripulación a tomar la dura decisión de suspender momentáneamente el raid en aquel punto, embarcando la aeronave a bordo de un vapor con rumbo a Nueva York, a fin de que fuese reparada en la fábrica de Bellanca ubicada en dicha ciudad.
Meses después, el 7 de mayo los aviadores peruanos arribaron a la planta de Bellanca a fin de comprobar el estado de la aeronave, encontrándola lista para reanudar su travesía. De esta manera Pinillos y Zegarra reanudaron su travesía el 27 de mayo, enrumbando a Washington y luego, el 30, a Nueva Orleans, aunque esta última etapa debió suspenderse a causa del mal tiempo, obligando a la tripulación a tocar tierra en Ritchmond, Virginia. Desde aquella ubicación retomaron el vuelo el día 31 con rumbo hacia Montgomery-Alabama e, inmediatamente después, continuaron a Nueva Orleans. El 3 de junio la aeronave abandonó territorio estadounidense aterrizando en Ciudad de México al día siguiente, permaneciendo en dicha ciudad hasta el día 7. En aquella fecha los aviadores peruanos enrumbaron hacia Guatemala. Sin embargo, problemas técnicos impidieron a la aeronave arribar a su destino on Schedule, al verse obligados a realizar paradas de emergencia tanto en Oaxaca como en San Jerónimo. Solucionados los problemas técnicos, el Perú partió el día 8 rumbo al aeropuerto “La Aurora” de la ciudad de Guatemala en donde -sin embargo- no pudo aterrizar debido a una densa neblina, la que ocasionó que Martínez realizara un aterrizaje de emergencia en una finca cercana a la ciudad. Fue recién el 9 de junio que la aeronave y sus ocupantes pudieron arribar a ciudad de Guatemala donde permanecieron hasta el día 12, cuando prosiguieron rumbo a El Salvador. De San Salvador prosiguieron hacia San José de Costa Rica y Ciudad de Panamá, donde arribaron el 15, permaneciendo en esta ultima hasta la madrugada del 21 de junio. La penúltima etapa del viaje fue la ruta Panamá-Guayaquil, ciudad a la que los aviadores peruanos arribaron a las 16:54 del 21 de junio, tocando tierra en el aeropuerto “El Cóndor” de dicha ciudad. En ella permanecieron hasta el 25 de junio cuando Martínez y Zegarra emprendieron el retorno a la patria arribando a la ciudad de Lima a las 16:00, siendo recibidos como héroes por una gran multitud.
Durante su odisea alrededor de América, Martínez y Zegarra, enfrentando retos y toda clase de vicisitudes, lograron cubrir –en las dos partes de su recorrido – la distancia de 20,635 kilómetros durante 157 horas y 55 minutos de vuelo.