Los «Toritos» del norte (final)
25 abril 2011
Retomando el hilo narrativo de la entrada correspondiente al North American 50, retornamos al año 1940, cuando los entonces recién arribados North American NA.50 contaban con apenas algunos meses de operaciones como parte del Cuerpo Aeronáutico del Perú. Aquel año, la gran unidad en la que se hallaban asignados -el XXI Escuadrón de Caza, componente -junto con el XI Escuadrón de Bombardeo- del Primer Grupo Aéreo, tomó parte de intensivos ejercicios operacionales, requeridos debido debido a la situación geopolítica mundial, así como también a la tensión experimentada en la frontera norte peruana. Durante este periodo, el XXI Escuadrón realizó numerosos despliegues de sus escuadrillas, equipadas con NA.50 y Caproni Ca.114, a las sub bases avanzadas de Tumbes y Talara como parte de sus planes operacionales, situación que se prolongó con la formación del TON a principios de 1941.
Operaciones durante el conflicto de 1941 con el Ecuador
Las escaramuzas del 5 de julio de 1941 entre tropas peruanas y ecuatorianas dieron pie a que el entonces presidente de la República, Manuel Prado Ugarteche, autorizara al comando del TON inicie las acciones de “desalojo y pacificación” de la frontera norte, poniéndose de este modo en ejecución el dispositivo de defensa de la soberanía nacional del cual el TON era parte integral. La aviación, como herramienta fundamental para la ejecución de dichos planes, fue puesta en acción de inmediato, posicionando su comando en la sub base avanzada de Tumbes, estratégica pista de aterrizaje ubicada a las afueras de la ciudad del mismo nombre y distante a pocas decenas de kilometros del frente de operaciones. A dicha base arribaron las primeras unidades aereas en tomar parte en las operaciones, comprendiendo estas a tres NA.50 de la 41 Escuadrilla del XXI Escuadrón de Caza; dos Caproni Ca.111 de la 105 Escuadrilla de Transportes, así como un Grumman G-21 Goose de la 84 Escuadrilla del XXXII Escuadrón de Información Marítima. Estas primeras unidades fueron destacadas a aquella estratégica base con la finalidad de proveer protección, transporte y enlace, respectivamente, a las fuerzas de la 1ra. División Ligera del Ejercito Peruano (EP) acantonadas en las proximidades. Cabe destacar que mientras el complemento de aeronaves de la 41 Escuadrilla era de cinco aeronaves, solo tres pudieron ser desplegadas en un principio, debido a que el avión comando (aeronave del comandante de Escuadrilla) se encontraba en Lima, mientras que la quinta aeronave se hallaba en mantenimiento en la base de la unidad ubicada en la ciudad de Chiclayo.
Tras el arribo de los Toritos a Tumbes el comando ordenó que estos fuesen empleados en misiones de apoyo a la ofensiva en tierra, dotándoseles de bombas, mientras que las misiones de combate aéreo y patrullaje pasaron a convertirse en objetivos secundario. Fue de este modo que el día siete de julio a las 0820 horas, en circunstancias que las tripulaciones de la 41 Escuadrilla se aprestaban a despegar en sus aeronaves cargadas de bombas rumbo a la frontera, un mensaje radial proveniente de las posiciones del EP en Aguas Verdes reportó la presencia de una aeronave ecuatoriana sobre aquel poblado fronterizo, tras lo cual el comando ordenó de inmediato su interceptación. De inmediato se ordenó el despegue de la patrulla, sin dar tiempo al personal de tierra a retirar las bombas previamente instaladas debido lo apremiante de la situación. De aquel modo, el trío de Toritos, piloteados por el Teniente Comandante Antonio Alberti, a bordo de la aeronave XXI-41-1; Tte. Renán Elías Olivera, a bordo de la aeronave XXI-41-2, y el Tte. Fernando Parraud, a bordo del North American XXI-41-3 arribó sobre el puesto fronterizo pocos minutos, sin hallar rastro de la aeronave enemiga. Tras patrullar sobre el área en cuestión, el Tte.Cdte. Alberti guió a su unidad de vuelta a su base, no sin antes ordenar a su patrulla soltar sus bombas sobre el océano, con la finalidad de eliminar el riesgo de que estas detonasen accidentalmente durante el aterrizaje. Alberti, sin embargo, notó que una de las bombas que portaba la aeronave del Tte. Elías permaneció en su soporte, por lo que notificó a Elías a fin de que inicie el delicado procedimiento de liberación de bombas de emergencia. Este usualmente consistía en realizar una fuerte picada levantando la aeronave bruscamente, tras lo cual usualmente la bomba dejaba su soporte, sin embargo, Elías optó por agitar bruscamente las alas de su North American, lo que causó la activación de la espoleta de guerra y con ello la detonación de la carga explosiva. Horrorizados, sus compañeros observaron como su aeronave cayó envuelta en llamas, arrastrando a su infortunado piloto a las profundidades del océano Pacifico. Tras alertar a la base sobre el incidente, Alberti y Parraud patrullaron en círculos la zona del accidente en busca de señales de Elías, infructuosamente. Tras el retorno de la patrulla a Tumbes, un Ca.111 de la 105 Escuadrilla fue despachado a la zona para continuar con la búsqueda, aunque esta tampoco arrojó resultados positivos. Los restos del Teniente Renán Elías Olivera y su aeronave jamás fueron encontrados.
La perdida del camarada de armas indudablemente afectó la moral del grupo, pero no interrumpió las operaciones de la unidad. Tras el arribo del North American XXI-41-4 desde Chiclayo, la Escuadrilla continuó con sus labores sobre la frontera, aunque sus operaciones se restringieron al patrullaje sobre la frontera y ataque con fuego de ametralladoras contra blancos de oportunidad. Sin embargo, la intensificación de los choques con fuerzas enemigas en diversos puntos de la frontera -en especial en el sector de Quebrada Seca- a mediados de julio, la 41 Escuadrilla fue llamada una vez mas a realizar labores de asalto, labor injustificable si tomamos en cuenta que el CAP disponía en su orden de batalla de una unidad dedicada a tales funciones como lo era el XXXI Escuadrón de Información Estratégica y Ataque (EIEA), equipado con los bombarderos en picada Douglas 8A-3P. Esta unidad, por razones que escapan a nuestra comprensión, se mantuvo como reserva en Las Palmas, Lima.
Quebrada Seca, gracias a su posición privilegiada y agreste geografía, había sido escogida por las fuerzas ecuatorianas como plaza fuerte para frenar el avance peruano. Para tal fin se instalaron en la zona posiciones de artillería y se sembraron nidos de ametralladoras, los cuales fueron identificados gracias al trabajo de reconocimiento efectuado los días 19, 20 y 21 de julio por las tripulaciones de la 72 Escuadrilla de Información Terrestre (EIT). Estas, a bordo de sus Fairey Fox, fotografiaron y registraron la ubicación de tales posiciones, permitiendo al comando del TON elaborar las instrucciones especificas de operaciones para la aviación para el día 23 de julio, las que incluyeron el bombardeo en picada de las mismas, con la finalidad de anular la amenaza que ellas presentaban al avance peruano.
De acuerdo al plan de operaciones elaborado para el 23 de julio, se ordenó a la 41 Escuadrilla ingresar, antes que cualquier otra unidad, a la zona de Quebrada Seca, y atacar los nidos de ametralladoras ubicados en las proximidades con bombas de 15 y 50 kilogramos. Así, a las 0750 horas del 23 de julio de 1941 despegó una formación de la 41 Escuadrilla compuesta por el Tte. Fernando Parraud, a bordo de la aeronave XXI-41-1; el Tte. José Abelardo Quiñones, a bordo de la aeronave XXI-41-3, y el Alferez Manuel Rivera, a bordo del North American XXI-41-4. Una vez sobre el objetivo, y a unos dos mil metros de altitud, la escuadrilla inició su corrida de bombardeo, liderada por el Tte. Parraud, quien completó exitosamente su ataque. Sin embargo, Quiñones, quien ya había iniciado su corrida de bombardeo siguiendo al lider de la formación, se vio confrontado ante un nutrido fuego de armas de pequeño y mediano calibre proveniente de las posiciones ecuatorianas. La intensidad de la respuesta fue tal que a una altura de 800 metros la aeronave de Quiñones comenzó a recibir numerosos impactos, incendiándose y cayendo en las proximidades de las posiciones enemigas sin que se observarse paracaídas alguno. La conmoción que causó entre las fuerzas defensoras el impacto conjunto de aeronave y carga de bombas fue bien aprovechada por las fuerzas peruanas, que avanzaron sobre las posiciones ecuatorianas y lograron su captura, junto con la de abundante material de guerra.
Sobre la tragedia del 23 de julio se han tejido dos versiones: una, la ecuatorianas, sostiene que la aeronave de Quiñones fue abatida por el las balas provenientes de una ametralladora ZB-30 operada por el Capitán Aníbal León, tras lo cual la aeronave -sin control- se estrelló en el monte; la otra, sostenida por los peruanos, afirma que Quiñones, tras el impacto e incendio de su aeronave, mantuvo el control de su aeronave, guiándola conscientemente hacia las posiciones enemigas y destruyéndolas con el impacto. Queda para el debate el decidir que lado tiene la verdad -si tal cosa es posible-, mientras que para el autor queda claro que, mas allá de los patrioterismos exacerbados de ambos bandos, la muerte tanto de Elias como de Quiñones, pudo evitarse de haber tomando el comando del TON las decisiones correctas respecto al empleo de los medios disponibles.
El 24 de julio -y tal vez en apología de sus errores- el comando del TON dispuso el relevó de la 41 Escuadrilla de las misiones de apoyo a tierra solicitando, simultáneamente, a la Comandancia General de Aeronáutica el despliegue del XXXI EIEA al área de operaciones, unidad que -finalmente- se hizo cargo de las operaciones que por su naturaleza le correspondía cumplir. Aquel mismo día, la 41 Escuadrilla retomó las misiones de patrullaje y escolta, realizando salidas en beneficio de los Caproni Ca.310 Libeccio del XI Escuadrón de Bombardeo, así como de los Fox de la 72 EIT. Durante una de aquellas salidas aquel día, Parraud y Rivera descubrieron un solitario Curtiss Wright CW-19R de la Aviación del Ejercito de Ecuador precariamente camuflado en el campo aéreo de la ciudad de Santa Rosa, procediendo a su ametrallamiento.
Tras gozar sus miembros de unos días de descanso en la sub base avanzada de Talara -ubicada en la retaguardia de las líneas peruanas- la 41 Escuadrilla retomó sus actividades, participando activamente en las misiones del 30 y 31 de julio de 1941, durante las cuales efectuó misiones psicosociales, incluyendo el lanzamiento de propaganda sobre la ciudad de Guayaquil, así como el patrullaje sobre el golfo del mismo nombre en busca de provocar la salida de la aviación enemiga, la que rehuyó el combate en todo momento. De igual manera participó en la famosa operación aerotransportada del 31 de julio, durante la cual sus aeronaves proporcionaron escolta a los Caproni Ca.111 encargados del transporte de las tropas y paracaidistas que posteriormente ocuparon los poblados de Santa Rosa, Machála y Puerto Bolívar.
Actividad en segunda línea
Tras el conflicto con el Ecuador, la 41 Escuadrilla retornó a su base en Chiclayo donde continuó operando hasta mediados de 1943, cuando la superioridad ordenó su desbande en favor de la creación del 11 Escuadrón de Caza, equipado con los recientemente adquiridos Curtiss P-36G. La historia del empleo de estas aeronaves, llegadas -como otras muchas despues de ellas- de segunda mano y en muchos casos en paupérrimas condiciones, será materia de una nueva entrada.
Tras la llegada de los P-36G, los fieles Toritos son finalmente transferidos al 28 Escuadrón de Instrucción, en el cual sirvieron como entrenadores avanzados para los cadetes destinados a la especialidad de caza. Durante este periodo se instaló en las aeronaves sobrevivientes una mira de puntería, aparentemente del tipo N-3A, que reemplazó a la mira de parrilla que dotaban a estas aeronaves. Los NA.50 permanecieron en aquella función hasta el año 1950 cuando, debido a la falta de repuestos y vejez de sus estructuras, la comandancia de material de guerra ordena sean dados de baja, disponiéndose su almacenamiento para su venta como chatarra tras retirarse toda parte reutilizable. Uno de ellos, sin embargo, se salvó del ignominioso final como implemento de cocina, preservándosele gracias al esfuerzo del personal subalterno de la ahora Fuerza Aérea del Perú, que tuvo a bien conservar una pieza de tan profundo valoro histórico para las futuras generaciones. Así, tras permanecer en condiciones de vuelo hasta el año de 1956, se dispuso finalmente colocar la aeronave en un pedestal ubicado en la plaza principal de la base aérea de Las Palmas como homenaje al héroe de Quebrada Seca, lugar en donde permanece hasta nuestros días. Cabe destacar que por muchos años el último Torito permaneció luciendo un incorrecto esquema de pintura, situación que -gracias al desinteresado apoyo e interés del historiador Sergio de la Puente- fue subsanada hace pocos años, tras lo cual la emblemática aeronave luce los colores y matricula representativos de aquella en la que encontró su final José Abelardo Quiñones Gonzáles, héroe de la Fuerza Aérea del Perú.
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